Svetlana Ostabekova, una rescatista experimentada, fue llamada para ayudar a un perro en apuros. Mientras conducía por el desierto, lo divisó a lo lejos. Al acercarse, se dio cuenta de que era un perro viejo e indefenso llamado Bunny.
El pobre animal yacía inmóvil, buscando refugio bajo un montón improvisado de tejas y piedras, tras haber vivido recientemente la terrible experiencia de ser abandonado por su dueño debido a su edad.
Bunny estaba invadido por moscas e insectos, demasiado débil para ahuyentarlos. Sus ojos reflejaban desesperación y no reaccionaba cuando alguien se acercaba. Sus heridas le dolían, pero parecía resignado a su destino, con los ojos entornados. La visión le rompió el corazón a Svetlana, quien rápidamente lo llevó a un hospital para que lo atendieran.

Con cuidado, Svetlana colocó a Bunny en su coche, acostándolo sobre una manta suave. Durante todo el trayecto, Bunny permaneció inmóvil, y Svetlana, preocupada, comprobó si aún respiraba.
Para su alivio, al llegar al hospital, Bunny recuperó el conocimiento. En la seguridad y comodidad de la clínica, logró levantar la cabeza, a pesar de tener numerosas lesiones, las piernas hinchadas y los ojos dañados.